¿De qué me sirve, profe?

 En los tiempos que teníamos clases presenciales, en mi querido colegio Kennedy, alguno de mis avispados alumnos preguntaba de cuando en cuando: «Profe, y ese tema tan abstracto, ¿para qué me sirve?»; «¿eso me servirá en el futuro?»; «¿qué valor tiene eso que está hablando usted, profe?»; «¿voy a ganar plata con lo que usted me enseñe?»; «yo voy a ser ingeniero aeronáutico nuclear de la UPT, esos temas no los voy a necesitar.» Razón práctica tienen y se los admito; sin embargo, la historia no acaba ahí. Parte de sinrazón, también hay en dichos argumentos. Si la vida solo fuera utilitaria, mejor seamos todos plantas. En fin, me retiro con la respuesta del padre Lanssiers a la pregunta crucial:



«¿De qué me sirve?» Esta es la madre de todas las preguntas. «¿De qué me sirve una flor, una puesta de sol, de qué me sirve un cuadro de Van Gogh, si no fuera por su valor mercantil, de qué sirve el amor?»


«El perrito del señor Bergeret -escribía Anatole France- nunca miraba el azul del cielo porque no era comestible».


Fragmento tomado del libro "Los dientes del dragón" (2009) del P. Hubert Lanssiers, p. 73.


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