Hermanos Barreto.
En la foto, José María y Federico Barreto Bustíos
Sentados en la playa, en
aquel día,
a media voz, hablábamos de
amores;
tú, demostrabas dudas y
temores;
yo, te juraba eterna
idolatría.
Abajo, a nuestros pies, el
mar gemía
cual si llorara incógnitos
dolores;
arriba, sobre el Cielo,
entre fulgores;
el sol una hostia de oro
parecía...
Contemplé el panorama
prodigioso;
te vi a mi lado bella y
conmovida,.
¡Y, más que nunca, me juzgué
dichoso!
Y bendije, mujer, mi buena
estrella,
y amé la vida -no porque es
la vida-
¡amé la vida porque estás en
ella!
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